Adela Ferrer es una perla que ha dado el Mediterráneo, una artista singular, personal, e intransferible. En un molusco en aguas de este Mar que se introdujo por divino azar un trozo de concha nacarada, que siendo amada, se rodeó cálidamente de flujos y reflujos de este Mar con sus faros, gentes, pianolas, pianos, festividad, humor, sangre caliente, pájaros, algas, caracolas marinas… La perla fue creciendo, dando lugar a una hermosa joya, tan valiosa como las gemas, una perla con forma de corazón, brillante y diamantina, erosionada por la salitre, bella y pulida. Amapola marina de un mar con estrellas, ambarina de luz solar, ecológica. Lirio de agua entre cardos, coqueta, risueña como el gorgeo del pájaro cantor en la enramada, dulce como el aleteo de un colibrí al que le cuesta no descubrir cada amanecer nuevas y variadas flores. Perla, perla nacarada con destellos irisados, perla opalescente con sabor a las islas y a balcones con geranios de barrios andaluces. Así es Adela, un ser humilde de enorme belleza tanto por dentro como por fuera.Venus, venus saliendo del Mar, de una concha, para convertirse en ola…
Quién la haya escuchado sabrá que Adela es capaz de hacerle a uno perder la cabeza o erizarle la piel, cantando coplas o fados, que lo mismo da… hacerle saltar una furtiva lágrima con algún tema poético, de los suyos con amantes… saltar a carcajadas con temas como ”Hola mariposa”.
Café Lima
El primer contacto que tuve con Adela fue en el café Lima hace ya varios años… ha llovido desde aquello, éramos tanto ella como yo y las amigas que me acompañaban, unas adolescentes… Adela ha madurado como artista y como persona, con millas y días de experiencia, haciendo “arabesques” y volteretas en el trapecio de la experiencia. Ella crece en el escenario, en la intimidad que se crea al escucharla. Por aquel entonces la perla aún estaba madurando… faltarían algunos años para dar lugar a la fabulosa Cantautora con mayúsculas que es hoy en día.
Adelita la Zebra, se anunciaba en el café Lima
- Me gusta el dibujo con el que se anuncia…entramos?- dije a mis amigas. Había dibujado en el cartel una simpática zebra. Después del concierto con temas de Aute, Pedro Guerra y otros tantos cantautores que nos gustaban a mis amigas y a mí le pregunté quién había hecho el dibujo y me respondió que ella misma, la verdad es que tengo una memoria de elefante para recordar pequeños detalles de artistas que me han impactado.
Sa Fonda-Deià
Mis amigas y yo estamos en la playa de Llucalcari de acampada cuando decidimos escapar a Deià e ir a sa Fonda y allí està Adela, nos sorprende con el fado “lela”, con una copla y con canciones de cosecha propia…
Una amiga mía de Suiza, por aquel entonces embarazada, le compra su maqueta: “es muy especial, me gusta mucho lo que ha hecho…” dice
Bailamos su música…u na noche magnífica gracias al buen hacer de Adela, luego regresamos a Llucalcari, sintiendonos tan sirenas como ella con sus canciones marinas de nuestra Adela…hasta la próxima Adela, te llevamos en el recuerdo.
La Posada de Bellever
Llegó el momento de entrevistar a Adela, y eso tiene lugar en La Posada de Bellver, un local lleno de libertad, donde se sirven buenos pa amb olis, cuscús y otros platos… corre la cerveza y el vino y gente amateur toca guitarras por puro placer, un sitio muy recomendable, allí veo a Adela vestida con encage negro, que destaca con su tez blanca y su melena rubia, así tan rubia y de ojos azules me recuerda a una joven Joni Mitchell mallorquina.
Ella reconoce en nuestra conversación haber escrito alguna que otra canción a vuela pluma en el papel del menú de este local. Algun trasnochado poema que luego ha musicado para finalmente convertirlo en canción, y hablando con ella me entero de que es profesora de música para niños, o como a ella le gusta llamarlo: comunicadora.
Esta bestia escénica, además de buena cantante, compositora y teclista escribe genial, así que le propongo que hagamos a medias este reportaje y me hable ella misma de su anterior trabajo”Peldaño a peldaño”, (su nuevo trabajo se llama “En sueños”) y de su trayectoria.
“Haber nacido entre las aguas del Mediterráneo, junto a oliveras y encinas, rodeada de embarcaderos y arenas blancas, le da a mi música olor a mar, caracolas y algas. Mi paso por Formentera marcó mi viento. Mis pisadas por los callejones sevillanos, mi instinto. Mi barrio de El Terreno y sus peldaños a través del Bosque de Bellver, custodiado por su castillo, mis raíces.
Simplemente Adela:
Peldaño a Peldaño es todo un proceso.
Un proceso abierto
Es inicio. Es transcurso. Pero no final.
Es todo el camino que te hace crecer como ser.
Representa la vida misma en estado puro.
Es un vaivén vital.
Proyecta el afán de superarse.
El anhelo de eternidad de todas las cosas por insignificantes que sean.
Las sencillas cosas que nos hacen volver a respirar libres.
Sobre “Peldaño a peldaño” y yo:
Peldaño a peldaño nace conmigo y con las ganas de procesar todas las experiencias que me han dado los 32 veranos vividos. De niña ya tenía claro que quería dedicarme a la música y a la comunicación. A cantar y a expresar, al escenario y a la docencia. No pienso en la música como un arte aislado, ni como un hecho solitario. Nací en una familia de músicos, pintores y gentes de mar. Bisabuelo pianista y farero, tres de sus hijos, pianistas. Uno de ellos tocaba en el cine mudo. Su única hija que tocó el piano, se dedicaba a la docencia, a tocar el órgano en la Iglesia y a acompañar a bailarinas de clásico. Decidí empezar mis estudios sin ningún tipo de presión. Únicamente era algo natural en mi existencia, debidamente relacionada con el arte y el saber vivir. Simplemente respiraba creatividad y saber estar alrededor de la pianola alemana que presidía el salón de casa de mis tías –abuelas Paca y Maruja. Dos tías solteras que criaron a mi madre desde los 3 años, cuando quedó huérfana por parte de madre. Maruja fue quien me sentó en la silla alta del piano cuando todavía no llegaba a sus pedales. La silla. Me vienen a la mente el chirriar de sus maderas y el pulido de sus asiento. La pianola, todavía recuerdo el fa sostenido aquel, que no dejaba de sonar durante más de 5 minutos, hasta que su sonido se iba apagando entre los demás que le sucedían, perplejos los otros, ante su resonancia perseverante.